miércoles, 1 de junio de 2011

Iluminada Soledad


Vio negrura y después, luz. Mucha luz. Inundaba todo el lugar.
Al principio creyó que estaba despertándose de alguna cirugía no programada o de un accidente en su auto, pero no,
No había doctores, ni gente, ni perros, ni nadie, solo luz.
Miro extrañado todo el lugar, no había mucho para ver;
Relojes sin pilas, o eso creía, ya que las agujas no rotaban.
Luz que entraba, luz, pero que se transformaba.
Entraba como un rayo azul, y sin parpadear se volvía blanca, fuerte, llena.
La luz entraba, pero no salía, nada salía de ese lugar sin nombre.

Si toda esta luz fueran personas no podríamos ni respirar pensó, y exhalo aliviado de saber que eso no era posible, aunque sentía un poco de soledad.
Como suele suceder con los humanos, se dio cuenta que en ese lugar necesitaba de ella. Esa de la que siempre se quejaba, de la que se quería despegar por tanta ternura, insufrible ternura.
La extrañaba, necesitaba de su ternura. Sus labios serian agua en este desierto de luz para él. Necesitaba de sus ojos fijos. Nada de eso dice, se hace el fuerte, el hombrecito.
Pensando que los hombres, no lloran.

Por alguna razón miro su reloj, estaba quieto. Lo golpeo, lo maldijo.
Estaba parado en la hora en que todo se volvió negro, sin saber si era un sueño, una celda, un hospital, o la vida.
Por suerte tenía su mochila, se sentó en ese iluminado piso y saco todo.
Tenía cartas de ella. La billetera. Un buzo. Dos libros. Un cuaderno, y unas cuantas lapiceras.
Maldijo el lugar que ocupaba ese buzo ya que ahí no hacia frio, o eso al menos hoy, era lo que preveía.
Pronto se sintió mal de tantos recuerdo y prefirió acostarse, con la ingenua costumbre humana de que al dormir y despertar, todo va a estar bien o mejor.
Agarro el buzo, lo uso de almohada. Sabía que de algo al fin y al cabo, le iba a servir.
Cerró los ojos. La luz le imposibilitó dormirse rápido, le quemaban los ojos. Prácticamente no había diferencia entre cerrarlos y mantenerlos abiertos.
Al final tomo la decisión de taparse los ojos con el buzo, y respirar hondo.

Lamentablemente para el cuándo se despertó no cambio nada, el seguía ahí en el piso, las luces, mas prendidas que nunca, y las horas, sin pasar.
Fue ahí donde comenzó a desesperarse, se vio, y se sintió solo, sin paradero, sin tiempo, sin vida, sin futuro, ni presente.
Vivía, y eso, era demasiado.

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