miércoles, 29 de junio de 2011
Cambiemos.
Y si no lo cambias vos.
No lo cambia nadie
Hay un mundo mejor,
pero ya no quiero
Cerrar los ojos para imaginarlo.
Me canse de vivir de sueños,
De falsas promesas.
Quiero vivir hoy.
Hoy es mejor.
Hoy tiene que ser mejor
Abramos los ojos y miremos
Porque esto va a cambiar
Porque la revolución empezó.
Y va por vos.
lunes, 20 de junio de 2011
Bellezas del mundo.
Abramos los ojos
Basta de perdernos de tanta belleza
Basta de caminar
Con la vista al piso.
Quiero mirar al sol.
Sentirme vivo.
Sentirte cerca.
Oler las rosas,
Y los jazmines.
Mezclarme en tu boca
Y en tu cuerpo.
Sentirte el pelo libre
los ojos abiertos,
Y los oídos llenos de mi voz.
Quiero brillar junto a vos
Y junto a esa estrella
Que alguna vez te señale
En esa noche de luna llena.
martes, 14 de junio de 2011
Y mientras tanto..
Y mientras tanto
Las estrellas caen
Y se unen al amanecer,
En esa forma circular
Que nos da vida.
Y mientras tanto
Tu voz ya se calló,
Tus ojos miran la arena.
Tu boca, ahí.
Esperándome
Te ves tan frágil
Tan mía.
Tan lejana.
Y mientras tanto
Mi voz se quiebra.
Mis ojos no se despegan de ti.
Y mis labios toman
El impulso necesario
Para hundirse en tu boca
Para inundarte el cuerpo
De abrazos.
Para conocer, por fin
Ese sano veneno
Que se traslada directo
Al corazón.
miércoles, 8 de junio de 2011
Viaje hacia tus ojos.
Y si. Claramente el azar nunca jugo a mi favor, y menos en esas noches semanales de colectivo, después de conocerla.
La historia se remonta hacia meses atrás donde la cotidianeidad del viaje ya lo hacía aburrido y no había más remedio que hundirse en las caras, en los gestos, en los signos de los demás pasajeros.
Hasta que me cruce con un par de ojos pardos, que también buscaban alguna mirada.
Realmente las miradas se entendieron. Noche a noche, viaje a viaje.
Había fusión, se producía un estallido de color al mezclarse sus tímidos ojos pardos con mis observadores, ojos claros.
El mundo avanzaba a paso de colectivo y a veces sentía que al mirarnos, siempre tímidamente, como si anduviéramos sin buscarnos pero con la certeza de encontrarnos, sentía. Sí, que ese instante era eterno. Que no había mundo, ni distancias. Que éramos dos. Y que el corazón, aun seguía latiendo, después de tantos golpes.
La timidez la caracterizaba a esa mirada que pedía permiso y sus cachetes que producían ese huequito que de solo verlo te hacia sonreír.
Y la noche sin buscarla, apareció. Ese viaje en colectivo, fue corto y lleno de mañanas.
No solo se unieron las miradas, sino también nuestras voces se conocieron y nuestras sonrisas también.
El viaje duro menos gracias a ella. Nos divertimos. Nos conocimos. Nos presentamos formalmente no por el brillo de nuestros ojos, como cuando recién empezaban estos viajes.
Y si, cada uno bajo contento, o al menos yo. Sabiendo, que mañana iba a estar ahí, esperándome, para poder reírnos más.
El futuro llegaba al presente, y se hacía mujer.
Los tres próximos viajes me dedique a recordar ese día en estas hojas, ya que sus ojos, por ahora, no aparecieron más.
miércoles, 1 de junio de 2011
Iluminada Soledad
Vio negrura y después, luz. Mucha luz. Inundaba todo el lugar.
Al principio creyó que estaba despertándose de alguna cirugía no programada o de un accidente en su auto, pero no,
No había doctores, ni gente, ni perros, ni nadie, solo luz.
Miro extrañado todo el lugar, no había mucho para ver;
Relojes sin pilas, o eso creía, ya que las agujas no rotaban.
Luz que entraba, luz, pero que se transformaba.
Entraba como un rayo azul, y sin parpadear se volvía blanca, fuerte, llena.
La luz entraba, pero no salía, nada salía de ese lugar sin nombre.
Si toda esta luz fueran personas no podríamos ni respirar pensó, y exhalo aliviado de saber que eso no era posible, aunque sentía un poco de soledad.
Como suele suceder con los humanos, se dio cuenta que en ese lugar necesitaba de ella. Esa de la que siempre se quejaba, de la que se quería despegar por tanta ternura, insufrible ternura.
La extrañaba, necesitaba de su ternura. Sus labios serian agua en este desierto de luz para él. Necesitaba de sus ojos fijos. Nada de eso dice, se hace el fuerte, el hombrecito.
Pensando que los hombres, no lloran.
Por alguna razón miro su reloj, estaba quieto. Lo golpeo, lo maldijo.
Estaba parado en la hora en que todo se volvió negro, sin saber si era un sueño, una celda, un hospital, o la vida.
Por suerte tenía su mochila, se sentó en ese iluminado piso y saco todo.
Tenía cartas de ella. La billetera. Un buzo. Dos libros. Un cuaderno, y unas cuantas lapiceras.
Maldijo el lugar que ocupaba ese buzo ya que ahí no hacia frio, o eso al menos hoy, era lo que preveía.
Pronto se sintió mal de tantos recuerdo y prefirió acostarse, con la ingenua costumbre humana de que al dormir y despertar, todo va a estar bien o mejor.
Agarro el buzo, lo uso de almohada. Sabía que de algo al fin y al cabo, le iba a servir.
Cerró los ojos. La luz le imposibilitó dormirse rápido, le quemaban los ojos. Prácticamente no había diferencia entre cerrarlos y mantenerlos abiertos.
Al final tomo la decisión de taparse los ojos con el buzo, y respirar hondo.
Lamentablemente para el cuándo se despertó no cambio nada, el seguía ahí en el piso, las luces, mas prendidas que nunca, y las horas, sin pasar.
Fue ahí donde comenzó a desesperarse, se vio, y se sintió solo, sin paradero, sin tiempo, sin vida, sin futuro, ni presente.
Vivía, y eso, era demasiado.
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